miércoles, 19 de octubre de 2011

En busca de un mañana

                          Por: Nadia Noemí Franco Bazán*


Hace poco más de un mes tuvimos la oportunidad de conocer un proyecto educativo que está llevando a cabo el Ministerio de Educación. Se trata de la Oficina de Menores en la calle que tiene la función de brindar antención a niños, niñas y jóvenes "desescolarizados" que se encuentran en alto riesto social y circunstancias especiamente difíciles.

La Oficina de Menores de la calles trabaja a través de los centros educativos "En busca de un mañana", y cuentan con el apoyo técnico y cierto aporte económico de UNICEF y UNESCO. Tiene una población de más o menos 90 menores de los cuales 60 son niños y 30 son niñas. Las edades de estos menores oscilan entre 9 y 17 años de edad.

En nuestras visitas tuvimos la oportunidad de escuchar los comentarios de las coordinadoras y otras personas que allí laboran. El primer inconveniente que se les presenta es la falta de asistencia de los menores. Si estos niños, niñas y jóvenes en riesgo social no acuden al Centro, entonces los objetivos se cumplen a medias. Para controlar a asistencia de los menores se necesitan más trabajadores social dispuestos a hacer visitas domiciliarias, para tratar de convencer a los padres de la importancia de la educación. Las familias de estos menores consideran que el trabajo es valioso y la educación es una pérdida de tiempo.

Las profesoras nos contaron que hace falta un poco de coordinación con las demás entidades involucradas en el proyecto, ya que en ocasiones se dan problemas de comunicación. Dicen ellas que muchos niños que llegan referidos por el Órgano Judicial son casos muy difíciles que necesitan atención especial y seguimiento. "Los niños se pierden...", es la expresión que utilizó la licenciada Dionisia de Belén. Lo menores infractores deben ser tratados con mucha cautela y, por lo general, son muy escurridizos.

Como tercer inconveniente están los recursos limitados. Nos mostraron y observamos detenidamente que la mayoría de las aulas no tiene puertas. El salón de ludoterapia, para beneficio de los menores, no cuenta con el material necesario. La falta de puertas, por ejemplo, impide la instalación de aires acondicionados, estantes para libros, etc. El peligro de que el materia sea sustraído, es evidente. La falta de recursos dificulta la puesta en práctica de varios de los programas.

En ocasiones, el programa de alimentación no puede ser cumplido a cabalidad o sencillamente se logra con las uñas. La cocina del Centro está ubicada en el pasillo y la labor de la señora Serafina se hace engorrosa a la hora de preparar el almuerzo. La estufa es muy pequeña, las ollas enormes por la cantidad de personas y siempre está el peligro de que ocurra algún accidente. El área destinada para la cocina está totalmente deteriorada y por eso la estufa está instalada en el pasillo.

La licenciada Delmira de Mendoza nos explicó que muchos de los niños se sienten atraídos por el hecho de recibir un desayuno y almuerzo cada vez que asisten a clases, pero al parecer; los víveres no siempre alcanzan. El nuestra primera visita se nos explicó que el desayuno consistía de avena y de ser posible de algo más.

Cuando visitamos por segunda vez el Centro, pudimos ver a los menores tomando su taza de avena y una torrejas de maíz. Observamos que todos estaban pendientes de si había quedado más comida en las pailas.

Otra de las limitaciones es la falta de personal. En estos momentos, ciertos docentes, egresados de la Escuela Normal de Santiago, están brindando sus servicios en el Centro, pero lo cierto es que para tratar con menores en la calle, las educadoras deben recibir capacitación especial. El personal decente tiene que ser tolerante y aprender a controlar la ansiedad. Un dato curioso que recibimos durante nuestra conversación fue que casi todo el personal está formado por mujeres. "Aquí no viene hombres", me dijeron. Por lo visto, las profesoras son mucho más humanitarias y están siempre dispuestas a colaborar.

Cabe resaltar que, a pesar de los inconvenientes y limitaciones, han logrado graduar a tres promociones básicas. La primera fue de 4 alumnos, la segunda de 9 y la última de 22. El éxito de este proyecto está en manos del Ministerio de Educación y de todo nosotros los panameños con visión de futuro.

Es necesario dejar el egoísmo y ayudar a que proyectos como este salgan adelante. Todos los niños, niñas y adolescentes de nuestro país, tiene derecho a recibir una educación.

* La autora es abogada y estudiante del Instituto de Criminología de la Universidad de Panamá.

Publicado en La Prensa el domingo 14 de mayo de 2000.